top of page
sara 1.jpg

Selva Sowl

Papá, he abortado

Hola Papá,

Hoy es 28 de septiembre, el día internacional por la despenalización del aborto.

Hoy, me abrazarías bien fuerte, si yo, hubiera tenido el valor de contarte que aborté hace tres años.

Hoy, siento dolor.

Dolor, por pensar que me dejé sugestionar, y no te conté porque pasé la noche de reyes en la cama. Porqué en las cenas familiares de navidad no decía nada. Porqué pasaba la mitad del día estudiando para los finales de la Universidad y la otra mitad con dolor de cabeza llorando a escondidas.

Hoy me duele. No por lo que viví. Pues eso, me dolió en su momento. Y mucho. Tanto como todo aquello que te supera y lo reprimes.

Viví un mes i una semana con una energía diferente en mi vientre. Y viví dos semanas y media, siendo consciente de ella.

Viví cual refugiada en mi propio pueblo. Sin poder contestar sinceramente a preguntes tan simples cómo “¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Cómo van las vacaciones de navidad?” Y me quedaba callada mirando, diciendo “Bien…”. Mientras pensaba: por favor, que se vaya ya, porque si me sigue preguntando, quizá estalle a llorar y a gritar “No joder. Estoy mal. Estoy a punto de mutilar una parte que crece en mí. Estoy a punto de mutilarme”. Porque no existía otra opción a contemplar diferente a esa.

E intentas no pensar... pero mi cuerpo hablaba por si solo; cuatro copas de vino para intentar evadirme de tanta presión y tanto dolor y bebía por instinto diez vasos de agua, sin pensar ni tan siquiera darme cuenta de ello.

La angustia y la ansiedad se aliaron con el insomnio cuando veía que pasaban los días y la Seguridad Social me hacía esperar, sin darme visita, hasta el punto de no saber si podía hacer el procedimiento o había agotado el tiempo para el tratamiento farmacológico y solo quedaría recurrir a clínicas privadas.

Pero Papá, aunque no lo supieses, ese día llegó. Y una pastilla mató la vida que empezaba a formarse y otra me generó dolorosas contracciones para sacarla de mí. Y salió. El feto. La placenta. Vómitos. Diarrea. Muchísimas lágrimas. Gritos de dolor y mucha, mucha sangre.

Un mes sangré Papá.

Un mes, que cada vez que orinaba o iba al lavabo, miraba la taza teñida de un rojo tan diferente. Tan real.

Herida abierta.

Y después quizá, vino lo peor... Pues te crees que ya está todo. Pero es en ese punto donde abres de verdad el libro de miedos. Y el sexo se vuelve un abismo oscuro de terror e inseguridad, así que dejas de quererlo, ahogando entre pesadillas al deseo.  Y cada menstruación es dolorosa porque te recuerda esa sangre que no solo fue tuya.  Pero a la vez esperas con un ansia y desesperación horrible que llegue la siguiente menstruación. Y cuando se te acerca un bebé, un niño por la calle, en el trabajo y te habla o te toca o simplemente te mira... desconectas en un limbo que no te deja reaccionar...

Y aún después, cuando todo está bien. Cuando te empiezas a recuperar, siempre aparece alguien, que te hace sentir una criminal. Que nos llama asesinas a todas las que hemos tenido el privilegio de decidir sobre nuestra maternidad. A todas las que hemos dicho, ser madre, sentir vida en el vientre debe ser precioso. Me desgarra el alma hacerlo, pero ahora, ahora no… Ahora es imposible, si ni aún no sé cuidar de mí misma. Si aún no he vivido casi nada. Ahora no quiero ser madre, ni puedo hacerlo.

Pero todo esto Papá, todo esto puede parecer que no, pero está superado.

Lo único que ahora me hace pasar esta noche llorando, es, que quiero ser una mujer valiente y fuerte, que planta cara a las injusticias. Quiero que el aborto se legalice en todos los países. Quiero que las mujeres no sufran ni se avergüencen ni se escondan, ni se recriminen ni culpabilicen, ni mueran, ni se renieguen.

Quiero que el aborto deje de ser tabú.

¿Pero cómo? ¿Cómo hacerlo? Si en mi propia casa lo es. Si no puedo ni hablar en la mesa de ello. Y ahí me derrumbo y me atrapa el arrepentimiento. Ostias, ojalá hubiese caído tu hija pequeña del pedestal de hija perfecta donde la tenías al escuchar, “Papá, tengo 19 años y estoy embarazada y a punto de abortar”. Ojalá, eso te hubiera provocado el dolor que te tocaba, en el momento que te tocaba. Y ahora, necesito destruir este muro, para poder ayudar a más mujeres y poder ayudarme a mí a sanar. Pero solo pensar que puedes sentirte tan desplazado y solo… Casi como yo me sentí... Me duele.

Ojalá hubiese sabido contar contigo en su momento.

Pero una mujer en un sistema patriarcal, a menudo, con más impotencia en vena que cualquier otro sentimiento, se queda sin valor.

Que difícil resulta ser mujer.

A mi querido Padre,

Espero, que algún día sea capaz de explicártelo y me puedas entender y que seamos capaces de perdonarnos.

 

Selva Sowl

2019

bottom of page